lunes, 7 de junio de 2010

Seres Especiales II

¿Qué era el Síndrome de Down? era la pregunta que acechaba a la pareja. Custodia veía a su hijo mientras le daba el seno y lo cubría con una colcha delgada. Lo veía normal, como cualquier niño, sin ninguna deformación.


La explicación que recibieron de los doctores sobre la enfermedad de su hijo no era clara. Una mañana de los primeros días de noviembre, Eladio salió por el centro. Se detuvo frente a un puesto de libros y encontró uno de pasta verde oscura que titulaba “Ser especial”. Lo compró, y apenas subió al bus lo leyó.

Los niños con Síndrome de Down se distinguen por formarse con un exceso en el número de cromosomas, ya sea del padre o de la madre. Sus características principales son la dificultad en el aprendizaje, ojos achinados, manos acolchonadas, dedos con tamaños desiguales y ser individuos muy afectuosos.


Después de un mes, Custodia regresó a su oficina. Eran las 8 y sentada en una silla suave le esperaba Alexandra, una compañera del departamento de Auditoría de la empresa. Se había enterado que el niño de Custodia estaba enfermo.

Alexandra Carvajal, además de trabajar en este lugar, era la propietaria de la Fundación El Triángulo, ubicada por el aeropuerto de Quito. La función de esta entidad era brindar educación a niños con síndrome de down y parálisis cerebral.


Le comentó que la vida con estos niños era distinta pues jamás dejaban de lado sus actitudes de infantes. Podían tener treinta y pico de años pero actuaban como seres indefensos entre cinco y diez. La invitó a visita el lugar.

A los tres meses de nacido, David ingresó a la fundación. Todos los lunes recibía clases de terapia física. Ana Lucía lo tomaba en sus brazos y lo colocaba sobre una colchoneta. Cogía los pies del bebé y con el dedo pulgar, les daba masajes. Levantaba sus piernas frágiles de forma intercalada. Finalmente, ponía a David, boca abajo, sobre una pelota saltarina grande y lo movía de un lado al otro.


David cierra la cortina y se baja de su cama. Camina hacia su armario. Abre las puertas de madera y descuelga bruscamente su uniforme. Sale de su cuarto hacia el de sus padres. Se retira su camiseta y en la parte superior izquierda de su espalda, se descubre la raya de una herida de operación.


Todos los niños con Síndrome de Down nacen con problemas en el corazón. Necesitan una operación riesgosa pero inevitable. Si no se la realiza, el niño se vuelve propenso a enfermar con frecuencia. En el caso de David, a los 8 meses de nacido, lo ingresaron en la Clínica el Batán. Una semana antes, lo habían dado de alta después de una fuerte neumonía.

Lo operaron, y al cabo de tres horas se terminó la cirugía.


David se sienta al pie de la cama y se coloca sobre sus medias de lana, las zapatillas que compró en San Andrés en el mes de agosto.

Se incorpora y corre al cuarto de a lado. Abre lentamente la puerta y procura no hacer sonar sus pasos. Llega a una cama, y con todo el peso de su cuerpo se lanza de golpe.

Alguien grita de dolor bajo él. Es Gabriela, su hermana mayor. Con pereza y de reojo, ve a David sobre ella, mientras él la abraza y le da un fuerte beso en la mejilla derecha, que la hunde contra su almohada. El miércoles pasado sucedió lo mismo. Esa mañana él estaba entusiasmado.

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