lunes, 14 de junio de 2010

90 minutos transcurren entre ventas, fiesta y goles

Los buses circulan lentamente por la avenida John F. Kennedy, a la altura del Centro Comercial Condado Shopping, al norte de Quito. Sobre las veredas, transitan grupos de familiares, amigos, conocidos y vendedores ambulantes. Se dirigen hacia la majestuosa construcción blanca ubicada a cuatro largas cuadras de distancia y en subida. Es el estadio de Liga Deportiva Universitaria, localizado en el sector de Ponciano, desde 1997. Este día es la sede del partido Liga vs. Universidad Católica.

Avanzando hacia la general sur, sobre la vereda se observan camisetas, chompas, ternos deportivos, guantes, pulseras y gorras de lana, marcadas con el sello de los dos equipos, indistintamente. Se destacan los exuberantes gorros con cachos, elaborados con esponja fina.

Mirta Vera, vendedora ambulante, comenta que en cada partido se venden fácilmente estos accesorios. “Nunca faltan los niños que insisten a sus padres para que compren cualquier cosita. Algunos lloran y patalean hasta que se salen con la suya. Esos berrinches son buenos para nosotros”.

“Tres entradas, por favor” solicita Juan Carrión, hombre barbudo, en una de las cuatro taquillas disponibles. Está acompañado por dos niños idénticos. “Los partidos de fútbol son una pasión y el mejor momento para compartir emociones con los hijos”. Anita, quien atiende en las taquillas, tiene entre sus manos un fajo escaso de boletos. “Este partido no es un clásico. Sin embargo, hasta el momento hemos vendido 3.000 entradas”.

Los gemelos corren e ingresan a los corredores mientras su padre los persigue. Dos policías revisan sus pertenencias. A Juan le retiran su botella con agua. Una mujer, de contextura gruesa, deposita el contenido en una funda transparente. “Les retiramos las botellas para evitar, que en algún momento de euforia, lo hinchas arrojen los envases hacia la cancha”.

Mientras tanto, el cotejo deportivo comienza con el pitazo del árbitro José Carpio y el toque del balón jugadores locales. Durante los seis primeros minutos, las llegadas hacia el arco de Ulises De la Cruz y Salgueiro complican a Mora, arquero del “trencito azul”.

Por su parte, Juan y sus hijos se colocan en la parte alta de la general sur. Llevan nueve minutos de retraso. Frente a ellos, se divisa un grupo masivo de personas levantando sus brazos y una gran bandera blanca y roja que cubre la sección baja del sector norte. Pertenecen a la “Muerte Blanca”, la hinchada de Liga Deportiva Universitaria. Golpean fuertemente tres tambores y elevan un grito unísono. ¡Gol! Se escucha en todo el estadio, tras la anotación de Christian “el diablito” Lara, gracias a un tiro hacia el ángulo superior derecho del arquero. Mora cae derrotado sobre el césped.

El partido transcurre con tiros cruzados, remates de larga distancia, pases de taquito, palomitas y el constante ataque del equipo azucena. No obstante, desde el centro del campo de juego, Miguel Ibarra ejecuta un tiro receptado de cabecita por el colombiano Omar Guerra. El balón termina en las redes. Es la cifra del empate.

El chileno Fernando Díaz, director técnico de Católica yace de pie junto a la cancha. Su mano sostiene una botella. Su par Galo Sandoval, director suplente de Liga ante la expulsión de Edgardo Bauza, observa detenidamente el partido. Su rostro refleja tranquilidad.

Díaz grita a sus jugadores con desesperación. Realiza ademanes con sus brazos hasta que Mora regala el balón a los pies de Salas, quien define la victoria del equipo local, al minuto 84. La botella plástica va a parar en el césped, por el arranque de iras del chileno. El partido concluye, mientras Juan y los gemelos digieren mote con fritada.



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