miércoles, 16 de junio de 2010

En contacto con los quichuismos

Más de medio millón de personas, con las cuales convivimos a diario, son quichua-hablantes. Según el último registro, realizado en el 2001 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, de cada diez personas, una domina el quichua. De acuerdo con estos datos, se determinó que el grupo de individuos entre 31 y 40 años constituyen el 78% de hablantes de quichua. Mientras que los jóvenes entre 14 y 20 años, con el 63%, son el grupo más bajo de hablantes de este idioma.

Lizbeth Luna, estudiante de sociología de la Universidad Católica de Quito, afirma que los jóvenes evitan el uso de quichuismos y niegan su origen mestizo. “Para muchos, estas palabras son poco adecuadas para el desenvolvimiento en el medio. Los jóvenes intentan no decirlas para no ser juzgados por lo demás”. Luna asegura que aunque sean numerosos los intentos, los quichuismos son parte de nuestro lenguaje y los seguiremos usando. “Creemos que hablamos el español puro. Desconocemos que muchas de las palabras que utilizamos tienen origen quichua”.

Cristina Benavides, socióloga de la Universidad Central del Ecuador, considera que el fenómeno de la migración permite el uso de los quichuismos. “Muchos ecuatorianos, de las 14 nacionalidades de nuestro país, dejan sus lugares de origen y viajan a las grandes ciudades. La migración genera el crecimiento de los suburbios y barrios marginales, desempleo y delincuencia, pero ha enriquecido el lenguaje cotidiano”.

En el tercer piso del Centro Comercial Ipiales sobresale la presencia de vendedores, que en su mayoría, son originarios de Otavalo, Provincia de Imbabura. Se dedican a la venta de todo tipo de tejidos como sacos, pañuelos, shigras, bufandas y gorras.

La propietaria, de tres de los locales, es Angélica Tocto. Trabaja con su hija Esperanza de 16 años y su ahijada Blanquita Oyagata, de 20. Oyagata reside en la capital desde hace ocho años. Conoce la manera de trabajar en este lugar y los precios de cada producto. Por ser oriunda de Otavalo, domina el quichua y habla el español correctamente. “Aprendí el quichua gracias a mis padres porque desde pequeña me hablaban en ese idioma. Conocí el español cuando ingresé a la escuela”.

Mientras la ahijada de Angélica acomoda los sacos que mostró a un grupo de compradores, su madrina se acerca y usando el quichua, se dirige hacia ella. Las palabras que la madrina emite son muy rápidas e implican una tonalidad alta de voz. “Así es como nosotras hablamos. Si son palabras veloces y alargadas, los clientes no nos entienden”, menciona Blanquita.

Paúl Puma, del Departamento de Literatura del Ministerio de Cultura, afirma que el quichua involucra los aspectos léxico, morfológico, sintáctico y fonético, además de la acentuación, entonación y pronunciación. “Por enunciar algunas características, el quichua se distingue por la inexistencia de las vocales e y o, la tendencia a alargar las vocales finales de las palabras, el uso del diminutivismo y la pronunciación de la n de manera nasal”.

Este grupo de otavaleños están acostumbrados a hablar sólo en español. Pero cuando se trata de temas que ellos consideran delicados, utilizan el quichua. “Hablamos en nuestro idioma para que la gente no se entere de las discusiones que tenemos con respecto a precios. A muchas personas les molesta que hagamos esto”, señala Oyagata.

Los clientes consideran que hablar quichua frente a ellos es una falta de respeto. “Yo no entiendo nada de este idioma y cuando los vendedores lo hacen, pienso que hablan mal de mí o del resto. Nada les cuesta discutir en español y evitar malos entendidos con la clientela” dice Juan García, comprador.

Diariamente se escuchan quichuismos durante los diálogos de las personas, en cualquier situación real. Entre los más usados encontramos: ñaña, changa, amarcar, chuchaqui, locro, llapingacho, etc. Se destacan los quichuismos que están relacionados con gastronomía y geografía.

Puma dice que el diccionario de la Real Academia de la Lengua acepta algunos quichuismos en el español. Tal es el caso de paspa (excoriaciones cutáneas), macho (hombre adulto) o rucu (hombre viejo).

La Real Academia define a los quichuismos como aquellas palabras quichuas que se usan en calidad de préstamo en otro idioma. Benavides se opone a esta definición pues considera que no se trata de un préstamo sino de una hibridación lingüística. “Los quichuismos son el resultado de la convivencia de los dos idiomas (español y quichua) a través del tiempo. No se pueden eliminar los elementos resultantes de este contacto y tampoco se trata de préstamos que serán devueltos”.

Según Inés Pazmiño, antropóloga del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, desde la época colonial existe degeneración del idioma ya que los indígenas se amoldaron para pertenecer a la civilización española. “Pese a esta situación, los hispano-hablantes de nuestro país descendemos de los quichua-hablantes monolingües porque ellos fueron quienes aprendieron el español”.

Blanquita Oyagata dice que hablar quichua es complicado y mucho más, aprenderlo. “Yo conozco el idioma porque mi familia siempre hablaba en quichua y yo escuchaba. Pero es complicado hablar así”. Asegura que el quichua implica técnicas como doblar la lengua, que para las personas es difícil aplicar.

En el centro de Quito, el gobierno impulsa un taller sobre aprendizaje de quichua. Esperanza Tocto sigue este curso. “Yo no domino el idioma de mis padres. Cuando era pequeña, sólo escuché de ellos el español”. No obstante, para ella es elemental hablar quichua. Anhela entender al resto de su familia y amigos de Otavalo y demostrar que existen algunos jóvenes que sienten gusto por aprender este idioma ecuatoriano, aunque las estadísticas demuestren lo contrario.

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